La Pastilla Rosa
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Al
despertar creí que, anteriormente, me había quedado dormida. Cómo generalmente
me sucede en ocasiones, me entusiasmó la idea de ser consciente de que estaba
soñando y sentí como si fuese un personaje de ficción de carne y hueso. Oí el
leve tic tac del reloj de mesa. Pude abrir los ojos en un sábado de festejos,
pero me concentré para convertirlo en domingo. Después de preparar el café,
fui al quiosco para compara el periódico. Todas las noticias hablaban de un
mundo en el que yo no deseaba vivir. Me di cuenta que estaba bien despierta.
Motivada
por esa experiencia, publiqué La Pastilla Rosa; un “libro” de cuentos editado
en formato periodístico con propósito de que el lector, al menos en un primer
momento, leyese las historias cual si fueran sucesos de actualidad, introduciéndose
así en un mundo ficticio, pegado a lo utópico, con la certeza de seguir respirando
en esta realidad. Para evitarle distracciones, firmé con seudónimo las
noticias, los artículos de opinión, los anuncios cómics y todos los elementos
que conformaron ese nuevo medio informativo…. De una sola publicación: el
número 777.
En una
entrevista que se realizó en septiembre de 2012, hice un reiterado hincapié
en la importancia del formato, empleando distintas combinaciones de palabras
para decir lo mismo: “Cuando uno lee un periódico, por más que la
subjetividad rebose de las páginas, el suceso se asume como verídico. El
pensar sobre lo que se está leyendo deja de ser un filosofar sobre supuestos
y salta a un reflexionar sobre hechos concretos que afectan nuestro entorno,
sea colectivo o individual.
Con la
insistencia sobre tal afirmación se basan los analistas para argumentar que
la frase de Julio Verne (Todo lo que un hombre pueda imaginar, otros podrán
hacerlo realidad) que empleó en el acertijo de la página 21, revela su
verdadero anhelo. Mi prioridad no fue crear una obra literaria peculiar, sino
dar con el medio para sembrar futuras noticias. Ellos están de acuerdo
conmigo. En un correo electrónico que le envié hace nueve años, a inicios de
2010, cuando La Pastilla Rosa sólo era una idea con textos desordenados, le
habló sobre mi motivación de fondo, detrás de las letras, delante de mis
ganas: “ al contrastar la información o al llegar a la sección literaria del
periódico, donde se desvela lo que tengo en las manos es un libro de cuentos,
uds saborearan ya una realidad más amplia. También es probable que, al
finalizar, dudaran sobre la fiabilidad de las noticias, pero el dudar es
suficiente para que yo respire dentro de las historias durante un rato, lo
suficiente, para sembrar un quizás serán. ya una realidad más amplia.
Esos
argumentos no lo persuadieron. Confío en que la gente siguiera igual de indiferente.
Sin embargo, existen razones más convincente, como la curiosidad o la
esperanza. Por eso le complace darme sus ahorros para que publique el
periódico y disponga de un uniforme corporativo, con el que repartiré 13 mil
ejemplares por las calles de Madrid voceando las noticias como se hacía en
esos días en que la visión del futuro estaba mucho menos contaminada.
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